Epílogo
Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo. (James Russell Lowell)
—¡Mamá, mamá! —Silvio corría tan rápido como sus pequeños pies se lo permitían, tenía cuatro años de edad y era junto a la pequeña Olivia el tesoro de sus hermanos mayores.
Leonor y Luciano, corrían para darle alcance, sin mucho esmero, dejando que el pequeño Silvio encontrará refugio en los brazos protectores de su madre y se proclamará campeón.
—Con cuidado pequeño, ven aquí —Lucia se hizo con el niño para subirlo sobre sus rodillas, limpio sus mejillas, besó la frente de su hijo antes de mirar con una sonrisa a sus hijos mayores.
—Leonor, Lucian