Capítulo 2

Capítulo 2 

Kamila

Llevaba dos días que lo único que hacía era llorar por mi desgracia, no entendía como había personas tan vacías en el mudo que prometían amor para luego engañarte.

No suelo ser de las que se visten para mostrar demasiado su cuerpo, pero en esta ocasión no sería así. Cosa que debo de agradecerle a mi mejor amiga, quien se ha quedado conmigo estos dos días y ha sido la que me ha estado presentado ropa.

Hoy en la noche había decidido salir a un antro, necesitaba despejar mi mente y olvidarme de que alguna vez existió Adrián en mi vida. No me quedaré llorando toda la vida y mucho menos aburrida en casa, ya comienzo a recuperarme de lo sucedido y la tristeza desaparece.

Me había puesto para salir esta noche, un vestido de color rojo vino y lo acompañé de un par de zapatos color blancos. Quería que mi cuerpo estuviera envuelto en un área sexy y me pareció la mejor opción.

Como comenzó a caer la tarde, sentía como el clima había comentado a refrescar. Lo que era bastante bueno porque de esta manera evitaríamos el sudor y los malos olores. 

Ya bastante entrada la noche, solamente me faltaba maquillarme, así que con la paciencia del mundo. Comencé a hacerlo en lo que mi amiga se arreglaba, normalmente de las dos casi siempre es la que más se demora.

Luego de haberme hecho un maquillaje de lo más sencillo, dejo mi pelo completamente suelto en ondas. Sin duda lo que veo en el reflejo del espejo me gusta, soy una mujer que siempre se ha sentido muy segura de sí misma y cuando me saco mi verdadero potencial aún más. 

Como mi amiga empezó a arreglarse después que yo, una hora y media después estábamos saliendo de su departamento. Así que eran las 10:30 y ambos estábamos subiendo al taxi que nos llevaría directo al antro más famoso de la ciudad. No por gusto trabajaba en una de las mejores empresas de todo New York y tenía un puesto que hacía resaltar mi nombre.

– Me está gustando que no seas una mujer llorona de esas que se pasan semanas llorando por un hombre. El desgraciado de Adrián no se lo merece, el desgraciado no merece ni una sola lágrima tuya – dijo Paula

mientras revisaba su maquillaje. 

–¿Dime tú cuando yo he llorado más de lo debido por personas que no valen la pena? Por mi Adrián se puede ir al mismísimo infierno junto con Claudia, esta noche voy a perder la cabeza y no voy a pensar en personas indeseables. Si me dolió porque soy humana y les tenía confianza, sin embargo, eso ya acabo.

–Tienes toda razón, pero eso no quita que cuando yo vea a la pequeña zorra de Claudia no le dé su merecido. Es mi desquite por ser tan falsa y por meterse con la pareja de su propia prima. 

–Como quieras, realmente me da igual lo que le hagas. Ellos para mí son parte del pasado.

–¿Todavía no has sabido nada de tu hermano? Desde que se fue no lo he vuelto a ver.

–No he sabido nada de él. Ese ni siquiera se digna en llamarme una sola vez y de seguro sigue molesto conmigo porque lo mandé a estudiar a España. De seguro me llamará cuando necesite algo o se meta en problemas como siempre. 

–Está bien, tú sabrás lo que haces con ese malagradecido. 

Luego de esa conversación en el taxi, ambas llegamos al antro y en la entrada había una gran fila de personas muriendo por entrar. Es una lástima para ellos que deben de hacer la cola, yo solamente camino tomando la mano de Paula y en la punta le enseño la tarjeta magnética al de seguridad.

Siento como las personas comienzan a protestar una vez nos dieron acceso, pero no es mi culpa tener buenas influencias.

Ya dentro del mejor antro de todo New York “Alas Blancas” porque sí, así se llama este magnífico lugar. Vemos como todo está abarrotado de personas que bailan unas pegadas a las otras, sin importar de que género sean o que puedan llegar a pensar los demás. Dentro de estas paredes todo se vale y nadie tiene derecho a juzgar nada. 

Camino con lentitud entre la multitud de gente enloquecida y logro llegar a una mesa que está a un costado de la pista de baile. Una Que obviamente me da buena vista de todo el lugar y junto con Paula estamos cerca de la barra. 

–Me encanta este sitio Kamila, nunca habíamos venido aquí. Creo que vas a tener que conseguirme una tarjeta igual que la tuya, esa cosa hace milagros – me dice mi amiga al oído y yo solo sonrío – De aquí seguramente hoy salgo con un sexy amigo de esos que solo son para el polvo de una sola noche. 

– Me parece estupendo, Paula. Sin embargo, no consideres que solamente tú saldrás con un amigo así. Me acostumbré tanto a Adrián que ya no sé lo que es coger solamente por placer. 

–Así se habla amiga mía busquémonos unos buenos prototipos para esta noche y lo demás que quede en el olvido.

La noche apenas empezaba y el ambiente estaba que ardía a nuestro alrededor, solamente estábamos bailando al ritmo de la música de fondo y el alcohol recorría nuestro sistema como le daba la gana. Hacía mucho tiempo que no me la pasaba tan bien, ni mucho menos me divertía tanto, supongo que en algo Claudia tenía razón. Estaba tan concentrada en mi trabajo que me olvidé de cómo vivir Me olvidé de ser yo y me estaba secando poco a poco sin darme cuenta. 

No sé cuanto tiempo ha pasado desde que estamos envueltas en esta aura de fiesta, ni cuánto alcohol e ingerido en lo que va de noche. Solamente sé que la estoy pasando de maravilla junto a mi mejor amiga y de repente, unas manos grandes rodean por la cintura. Además, un aroma muy varonil llega a mis cosas nasales y me embriaga mucho más que el alcohol.

Siento como esa persona me atrae hacia su cuerpo descaradamente y en mi espalda puedo sentir un pecho fuerte respirar sumamente despacio. Me doy la vuelta muerta de la curiosidad por saber quién es la persona que me sostiene entre sus brazos y hasta ahora recuerdo que los dioses griegos si existen.

Justo frente a mí, tengo al hombre más impactante y hermoso que he visto en mi vida. Un ejemplar de esos que ya no hay y que jamás se olvidan. Un hombre con un cabello tan negro como la noche, un cabello largo hasta los hombros y todo alborotado. El cual le daba un aire de fiera indomable espectacular, además, sus ojos azules eran como el cielo. Sin duda nunca había visto a alguien tan espectacular como él, uno con facciones tan masculinas que al llevar esa barba de hace unos días dan ganas hasta de besarla. Al lado de este hombre yo soy como una pulga, de seguro debe de medir como uno noventa. 

De un momento a otro, siento como sus descaradas manos recorrer mi cuerpo a su antojo y ya sé perfectamente lo que él está buscando. Algo que obviamente yo estoy dispuesta a darle, jamás desperdiciaría la oportunidad de domar a semejante semental por una noche. 

– No voy a hacerme de rogar presioso, no soy de esas mujeres; yo soy de las que saben lo que quieren. Así que sí me quieres, lo mejor es que salgamos de aquí cuánto antes. 

– Será todo un placer hermosa, pero antes quiero pedirte algo –dijo con una sonrisa que mojó hasta mis bragas.

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