CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO UNO: SOLO UNA TONTA 

Gabriela estaba haciendo todo lo que podía, usando todas las herramientas que tenía en sus manos. Sólo se escuchó una risa sarcástica de la otra línea. No importa cuánto ella había orado, no importa cuánto ella le había explicado la situación, todo lo que ella pudo haber escuchado en ese momento fue su estúpida risa.

— ¿Qué dijiste? ¿De verdad? —preguntó David riendo.

—David, te estoy diciendo la verdad.

— ¡No me importa! —David la interrumpió.

—David, por favor, ayúdame, lo juro, te pagaré, ¡necesito tu ayuda ahora! Si sentiste algo por mí alguna vez, ayuda por favor, ayúdame.

Sólo una risa en la otra línea. — ¿Qué cosas tú dices? ¿Si tuve sentimientos por ti? Tú ¿Eres demasiado estúpida para decirme eso? No los tuve, Gabriela, jamás los tendría, nunca tendré sentimientos por ti, era sólo un plan, ¿no lo entiendes? La empresa depende de mí, te guste o no! ¡Eso es todo! Oh, por cierto, no puedo ayudarte. Mi viaje apenas comienza, así que por favor, no me molestes más.

—David, mi amor, ¿con quién hablas?

Una voz sensual se escuchó en la otra línea.

En ese momento, Gabriela había entendido todo. Estaba con alguien más.

—David, tú… —trató de decir Gabriel. Ella quería reclamarle, ella quería descargar en él todas sus molestias pero todo lo que podía hacer era apretar el puño.

—David, tienes razón —dijo Gabriela —, ya que ya no estamos casados, reclamo la mitad de la empresa. ¡Espera! no quiero la empresa, solo quiero 50,000 dólares. Eso es todo, no te pido nada más. ¿Sabes cuánto puedes ganar de la empresa teniéndola solo para ti? Dame solo 50,000 dólares y no me estarás viendo jamás.

—Para ser honesto, esto es lo que esperaba de ti, pero hay un problema querida Gabriel —, se rió.

— ¡¿De qué estás hablando, David?!

— ¿Recuerdas el contrato? Bueno, ¿cómo decirte que eso por propiedad prematrimonial? Lamento mucho decirte esto, pero estabas tan borracha que ni siquiera sabías lo que firmaste. No te debo nada, mujer estúpida.

Una vez más, Gabriela no tenía nada en esta vida, una vez más había perdido y parecía que seguiría perdiéndolo todo hasta perder el aliento. Ese hombre al otro lado de la línea se reía y se burlaba de ella. Si tan solo tuviera el poder de retroceder el tiempo, no habría duda de que lo haría.

Quería gritar todo su dolor, quería tener a ese hombre frente a ella y matarlo con sus propias manos pero, nada de eso era posible.

— ¡Tú… te odio! —dijo Gabriela. De sus ojos, cayó una lágrima rebelde. — ¡No puedes ser un hombre, no puedes ser un hombre! Planeaste todo. ¡Te odio!

Si pudiera pedir un deseo, sería morir y darle la vida a su hija.

— ¡Lo siento por ti, por favor, ten más cuidado en tu próximo matrimonio!

Sin nada más que decir, colgó.

Sin ninguna fuerza en su cuerpo, cayó en medio de la calle donde estaba. El trueno pareció desagarrar el cielo, la fuerte lluvia la golpeó y la ropa mojada no podría estar más mojada si no fuera por sus lágrimas de sangre. Ese hombre había jugado con ella, se equivocó cuando pensó que podía sentir algo por ella.

No, ella no podía morir. No importa cuánto deseara morir en ese mero instante, tenía a alguien que la estaba esperando. Su preciosa hija la necesitaba, su preciosa hija confiaba en su madre para salvarle la vida.

De repente, cuando sintió que no había nada bueno para ella, una llamada a su celular. Era su mejor amiga Eleonor.

Después de haberle explicado los problemas por los que estaba pasando, sintió la necesidad de pedirle el dinero que le había prestado a su mejor amiga.

—Lo siento, lo siento mucho, pero no puedo dártelo ahora. Tengo un problema con el banco y no puedo retirar ninguna moneda.

Una vez más, lágrimas en los ojos.

— ¡Mi hija, mi hija está sufriendo!

—Me siento tan mal que no sé ni qué decir, Gabriela.

— ¡Ella no puede morir, ya no puede sufrir!

—Gabriela, creo que hay otra forma de conseguir el dinero que necesitas...

— ¿Qué? —Las lágrimas de Gabriela se detuvieron de inmediato.

—El club del que siempre hemos hablado está buscando a la mujer más hermosa que pueda ser compañía de uno de los hermanos Sandoval — dijo su amiga vacilante.

— ¿Qué dijiste?

En su corazón, esas palabras habían encendido cierta esperanza en ella.

Su hija iba a vivir, sin importar lo que tuviera que hacer, iba a luchar donde y cuando fuera.

El club del que habían hablado innumerables tiempos pero más que del club, de la gente de la que habían hablado era uno de los más famosos en la ciudad de Nueva York. La empresa de vinos siempre estuvo bien pagada gracias a uno de los dueños de la empresa.

En su mente, los recuerdos fueron llamados. Ella no pudo evitar sentirse lo peor. Ella nunca había imaginado vender su cuerpo por 50,000 dólares, eso salvaría la vida de su hija.

Instantáneamente, cerró los ojos viendo como un millón de hombres la miraban con tales miradas asquerosas. Su dignidad como mujer era todo para ella pero, en ese momento, no se trataba de su dignidad sino de su hija, la vida de su hija.

Ruinas en el suelo, una bola de demolición que había destruido su vida. No más risas, no más sonrisas, no más los abrazos de su madre adoptiva, no más días con la familia Belmonte, no más sonrisas de su tío y tía. Todo fue solo basura.

Ya no era la mujer respetada que todos admiraban, ya no era la misma mujer que sintió que su vida no podía ser mejor si ella siguiera viviendo en la misma posición. No había nada más que decir a esa oferta de la que había hablado su mejor amiga.

Los truenos sonaron desde lejos, el peso de la lluvia seguía cayendo sobre ella como miles de cuchillas que la apuñalaron en el corazón al instante. No tenía más opciones.

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