El cuerpo de Alejandra cae en mis brazos, es tan frágil y ligera, llevo mis dedos a su cuello para tomar su pulso y miro el reloj en la cocina, todo parece estar bien, pero el que se desmoronara de esa manera dice lo contrario, meto mi otro brazo bajo sus piernas y la levanto para llevarla a la habitación, con cuidado la dejo en su cama y permanezco como idiota mirándola a la cara, su pecho sube y baja de manera tranquila, tan solo pareciera que está durmiendo profundamente, un mechón de cabello está en medio de su cara, tengo mi mano a medio camino, luchando contra el impulso de apartarlo, ella esta dormida, ese cabello no le molesta, pero más que hacerlo por apartar el cabello, en el interior es la necesidad ardiente de tocar su piel lo que me incita hacerlo, pero me contengo, me niego a ceder a estos bajos instintos tan primitivos e indebidos; al final hago la mano un puño y salgo de la habitación.
Me dejo caer en el sillón de la sala que es por mucho más suave y cómodo que mi cam