Ashley Freetman
─  Mariluz,  deja ya el teléfono, ─   le dije un poco furiosa, ya eran las dos de la tarde y no habíamos culminado.
Noah, estaba más gruñón que nunca, para completar el  jueves y viernes había salido muy tarde de sus consultas y estaba disgustado, porque no me quise quedar en la casa de su padre, a pasar la noche.
─  Vamos, Ashley.  Dime que tú no estás igual que yo, con ganas de salir corriendo a los brazos de nuestros galanes, ─   murmuró haciendo un puchero.
─ Y si sigues pegada en el teléfono nos tardaremos más, ─    la contradije, ella soltó el teléfono desanimada, tomó su portátil y yo, seguí en mi computadora de mesa; tenía la ventana abierta, pero no había tenido ni tiempo de asomarme, también era que no deseaba que Mariluz, se diera cuenta lo que sucedía frente a mi ventana.
─  ¿Cómo surgió la relación entre el gruñón y tú? ─   Preguntó mi amiga, desviando la mirada de la pantalla de la portátil.
─  Hace un poco más de un año, nos besamos, ─ le respondí.