Valerie Ghill.
Observo el espejo detallando mi rostro, me siento tan insegura, paso mis dedos alrededor de mis ojos, buscando señales de arrugas; creo que existen, pero he llorado tanto, que la hinchazón no deja notarlos.
Lleno mis manos de agua helada, enjuagando mi rostro con ellas, dicen que eso ayuda a prevenir las arrugas. Levantó el rostro y vuelvo a mirar al espejo. Mis lágrimas caen cubriendo mis mejillas.
Me traicionó nuevamente, es lo único que dice mi mente a cada nada, el fuego, la pasión había muerto. Observo las pastillas color azul, eso era lo que le daba una erección, no yo, no mi cuerpo, no su Valerie.
─ ¿Cuándo dejé de ser apetecible para él? ─ Me pregunto internamente una y otra vez.
Un toque de la puerta.
─ ¿Mamá, te falta mucho? ─ Preguntó Sebastián, con voz preocupada.
─ Unos minutos, ─ respondí, lavando mi rostro, tomando las pastillas del mármol donde las había colocado y lanzándolas a la papelera.
Sequé mi rostro y mis manos, saliendo del tocador.
Seb