Carlos sintió un escalofrío recorrerle la espalda, la comisura de sus labios se contrajo involuntariamente. Esta mujer había cambiado demasiado; ¡se atrevía a hablarle con ese tono!
Como Silvia no obtuvo respuesta alguna, decidió poner fin a la conversación unilateral. Se giró para marcharse, pero apenas dio un paso, una mano grande y fuerte la sujetó por la muñeca con una fuerza que le hizo detenerse en seco. El contacto fue brusco, inesperado, y le produjo un sobresalto que la hizo tensarse.
Carlos, sin paciencia, la jaló con fuerza, dejándole marcas rojas en la piel.
— ¡Auch! — Silvia, con la mano dolorida, lo miró con furia.
— Carlos, ¿qué quieres? ¿Qué… —
— Necesitamos hablar — la interrumpió Carlos con frialdad, pero su mirada se detuvo en la muñeca enrojecida de Silvia, y sintió algo extraño en su interior.
— No me interesa hablar contigo — Silvia se burló.
Carlos se quedó sin habla, y la respuesta de Silvia lo enfureció.
— Silvia, intenté mantener las cosas civilizadas. Te di