Carlos y Fátima llegaron a los Ferrero. Apenas entraron, Leticia los recibió con entusiasmo, teléfono en mano.
—¡Carlos! ¡Adivina qué vi hoy!
Leticia le acercó el teléfono a Carlos: —¡Esa mujer, Silvia, ¡te puso los cuernos cuando ustedes dos estaban casados!
En la pantalla aparecía una foto de Daniel ayudando a Silvia a subir a un coche. Por el ángulo, la imagen parecía sugerir una cierta complicidad entre ellos.
La molestia volvió a apoderarse de Carlos. Su rostro cambió de expresión varias veces.
Leticia, sin percatarse del semblante de Carlos, exclamó emocionada: —¡Carlos, apenas hace unos días que te divorciaste de esa mujer, y ya se las arregló para ligarse a otro hombre! ¡Seguro que le fue infiel! ¡Esa mujer no merece ni un céntimo de los Ferrero! ¡Quítale la casa que le diste!
Como Carlos no respondía, Roberta se acercó: —Carlos, en los Ferrero tenemos dinero, pero no nos llueve del cielo. Sé que eres bueno y que, después de tantos años con ella, no quieres hacerle daño, pero