Al reconocer al recién llegado, un ápice de recelo brilló en los ojos de Carlos: —Señor Caballero, ¿desde cuándo está aquí? No sabía que el señor Caballero tenía la costumbre de espiar.
Daniel, impertérrito, se colocó al lado de Silvia sin dirigirle una sola mirada a Carlos: —En público, ¿qué clase de espionaje sería ese?
—Además, señor Ferrero, usted ya debe ser cosa del pasado para Sisi, ¿no cree que se mete demasiado?
—¿Sisi?
El rostro de Carlos se oscureció. Daniel siempre había sido distante con las mujeres, y en Alucia eran pocas las que podían hablar con él con familiaridad. ¿Y ahora la llamaba así a Silvia con tanta confianza?
Miró a Silvia, pero su expresión era impasible, lo que le provocó una irritación inexplicable. Antes, Silvia le habría dado alguna explicación. Ahora, sin embargo, estaba tranquilamente junto a otro hombre, sin importarle lo que él sintiera.
Carlos la miró fijamente, como si quisiera leerle el alma: —Parece que sí me estoy metiendo donde no me llaman. N