Sonia observó atónita cómo Leticia huía precipitadamente. Sus pupilas se contrajeron, como si recordara algo importante, y salió corriendo.
Mientras tanto, Leticia ni siquiera tuvo tiempo de recoger su mochila, mucho menos de pedir permiso para ausentarse. Salió directamente por la puerta de la escuela, detuvo un coche y regresó a casa.
Roberta se sorprendió al verla: —Leticia, ¿no tenías clase esta tarde? ¿Por qué has vuelto? He quedado con dos amigas para jugar a las cartas.
Leticia miró a Roberta con pánico: —¡Mamá! ¿Qué hacemos? ¡La policía viene a arrestarme!
Roberta confundida: —¿Qué estás diciendo? ¿Por qué iba a arrestarte la policía?
Pero al ver el estado de pánico de su hija, comprendió de inmediato: —¿Qué has hecho ahora?
Leticia con voz temblorosa: —¡Mamá! ¡Esa mujer! Seguro que fue esa zorra, ¡ha vuelto a llamar a la policía!
Roberta intentó calmar a su hija y después de insistir varias veces, Leticia finalmente explicó entre temblores: —¡Mamá! ¿Recuerdas que en nuestra es