Malú deglutió la saliva con dificultad. Se aproximó a Abel y volvió a abrazarlo, lloró, llena de dolor, sintiendo impotencia por aquellos inocentes, y por aquella guerra que casi destroza su país.
—¿Cómo conociste a Luz Aída? —cuestionó.
—Salgamos de aquí —propuso Abel, le limpió con los pulgares las lágrimas. Malú estaba muy conmovida con el pasado de él.
Volvieron a subir al auto, y la llevó a un almacén de ropa, Malú aprovechó para comprarse varios jeans, tops, camisetas, shorts, sandalias y zapatos deportivos. Luego de eso, Abel la llevó a comer en un sencillo restaurante, las mesas y sillas eran de plástico; él solicitó varias arepas rellenas de pollo, carne desmechada, lechuga tomate.
—Unos meses después de aquella masacre, ella apareció por aquí —empezó a narrar. Los ojos de Abel estaban rojos e hinchados—, mi abuela y Luz Aída eran comadres, ella se había enterado la difícil situación por la que estábamos pasando, llegó en su silla de ruedas, con varios regalos para mi mad