—Creo que me confunde con alguien más —dijo la mujer con calma—. Es un honor conocerlo al fin, señor Giordano. —Ella se acercó a Paolo con la mano extendida—. Mi nombre es Bibiana Testa, dueña de Beauty cosmetics.
Paolo tardó algunos segundos en reaccionar y entender lo que la mujer le acababa de decir. Su cerebro parecía haber sufrido un cortocircuito.
Observó a Bibiana en silencio. El parecido con Fiorella era increíble. El mismo color de cabello y de ojos y de piel. La misma pequeña nariz. Era como si su amiga de la infancia estuviera en frente a él, o al menos como creía que hubiera sido de haber podido llegar hasta esa edad.
—El gusto es mío, señorita Testa —se las arregló para decir.
Tomó su mano y la saludó sin quitarle los ojos de encima.
Ella le dio una sonrisa demasiado dulce y otra vez se encontró recordando a su amiga. La situación se había tornado muy extraña. Todo en él le decía que se trataba de Fiorella, pero no podía ser. Su amiga llevaba muerta más de una década.