Al llegar a su casa estiro los pies en la mesa ante ella y solo se recostó al sillón cerrando los ojos. Casi ha llegado a las ocho de la noche y eso que salió también casi puntual, ya que se paso unos quince minutos. Dejo a las gemelas bañadas, cambiadas con sus pijamas, con dientes lavados y por supuesto cenadas, un tiempo que también tomo con ellas.
Se vieron la sirenita completa y cuando cambiaron a la cenicienta el señor Darcy se unió a sus hijas, para el final Zarah casi dormitaba en el pecho ancho y fuerte de su padre, y fue entonces cuando vieron la hora. Fue un día agitado para muchos, pero también cargado de tensión, de un poco de reto y visitas que parecían haber drenado las energías en ellos.
Cuando su abuela se acerco a la joven esta separo su mano del rostro para verla a los ojos.
—¿Pesado ese primer día oficial?
—Pesado abuela