No quiero lástima

La verdad era que antes de abrir la puerta no sabía que se iba a encontrar, pero aun así, espero cualquier cosa menos la imagen que tenía delante. Su corazón se oprimió de inmediato ante la imagen de aquel Enrique postrado en una cama de hospital. En sus ojos podía evidenciarse la sombra de la desesperación que lo envolvía, y las lágrimas corrían de su mejilla, reflejando no solo su dolor físico, sino también el emocional.

"Parece que no puede mover las piernas", recordó las palabras de Mónica, al tiempo en que la divisaba en la habitación. La mujer se levantó de la silla con una mirada comprensiva y les dejó a solas.

En ese momento, se acercó a la cama lentamente, luchando por mantener la compostura ante el torbellino de emociones que la inundaba.

—¿Cómo te sientes?—le preguntó al hombre con voz suave, impregnada de una genuina preocupación.

Enrique desvió la mirada por un instante antes de enfrentarla. Sus ojos vidriosos revelaban todo su dolor.

«Pobre», pensó, fue un pensamiento
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