Princesa Katie;
Casi no podía creer que Davien no tuviera experiencia.
Sí, era así de bueno. Con su lengua. Con sus dedos. Con sus labios. ¡Diablos! Era así de bueno.
Y prestaba atención a cada reacción. Cada movimiento que me hacía gemir o me levantaba de la cama. Hacía el mismo movimiento y se concentraba en el mismo ángulo solo para hacerme sentir bien, pero no se excedía.
Chupaba cuando era necesario. Me mordía con ternura cuando era necesario. Agarraba mis pechos y los acariciaba a través de la suave tela de mi pijama.
—¡Oh, mierda! —grité, y mis piernas comenzaron a temblar justo después de que Davien pellizcara mis pezones tensos y doloridos mientras mordía mi clítoris sensible y palpitante simultáneamente.
—¿Te gusta eso, verdad? —susurró Davien, su aliento haciéndome cosquillas en el coño antes de pasar su lengua sobre mí como si fuera su sabor de su dulce favorito.
¿Cómo se suponía que debía responder cuando hizo eso, ganándose un fuerte gemido de mi parte?
—Usa tus palabras