LARISA;
De repente, agua helada golpeó mi cuerpo y mis ojos se abrieron de golpe y el aire entró en mis pulmones.
—No puedes dormir —me gruñó alfa Tristán.
¿Estaba durmiendo? ¡Diablos! Acabo de cerrar los ojos, ¿hace diez minutos?
Él no me dejaría en paz, ¡por la diosa!
Si él no me estaba infligiendo dolor, sus hombres sí lo estaban haciendo y, de alguna manera, todos lograron hacerme perder la cabeza sin dejar una sola marca en mi cuerpo. Lo explicaría si pudiera, pero después de ser torturada durante... He perdido la cuenta de los días. El dolor era demasiado...
—No puedo dormir. Mi lobo no puede dormir, pero ¿crees que tú puedes dormir? —Volvió a gruñir el alfa Tristán, caminando hacia un rincón de la sala de tortura mientras yo intentaba soltarme de las ataduras que me sujetaban a la mesa, pero fallé como las otras veces.
—¿No has hecho suficiente? No puedo soportarlo más —gemí.
Se me quebró la voz cuando apareció en mi campo de visión. Tenía los ojos rojos, las bolsas debajo de e