Exponerse ante alguien, implicaba cierto grado de vulnerabilidad, Tania lo sabía, no estaba nada acostumbrada a eso, pero esa noche estaba dispuesta a dejar de lado sus miedos y disfrutar.
— ¿Estás segura? — preguntó Hans al ver que su mano sudaba.
— Si, solo estoy nerviosa — dijo mientras esperaban el ascensor.
— Trataré de hacer que te sientas en paz — dijo esta y se quedó mirándole con una sonrisa, las puertas se abrieron y entraron, estaban en un piso alto, así que Hans se colocó tras de ella y la rodeo con sus brazos.
— Hueles a fresas — dijo mientras se agachaba un poco y afectaba su nariz a su cuello.
— ¡Siempre dices aquello, es como si de obsesionarse ese olor! — contestó casi en un susurro.
— No sé qué decirte, tu olor puede obsesionar a cualquiera Tania — le contestó a su oído, haciendo que esta se erizara.
Aquel momento había quedado en ellos, se quedaron un rato mirándose.
— ¿A la tuya o a la mía? — preguntó el mientras acariciaba su cabello, el caminado era un estorbo y