4. Recetas

Ben vuelve a casa pasadas las cinco de la tarde y con una de sus manos sostiene su móvil, con la otra una bolsa de papel que al parecer contiene comida, sin embargo, por aburrimiento o lo que sea, he preparado una deliciosa pasta alfredo a la que he agregado un poco de brócoli y pollo.

          —Vaya...—murmura al ver el recipiente al centro de la mesa—, pensé que no tenías ganas de hacer nada y traje un poco de comida de Lians, sé lo mucho que te gusta.

          —Y yo no sabía a qué hora volverías, así que preparé un poco de pasta.

          —¿Y también me esperaste para comer? 

          —No es que te haya esperado, lo que sucede es que llegaste justo en el momento en que estaba a punto de sentarme.

          —Pero ya que estoy aquí…

          Ben se sienta a la cabecilla y estoy a punto de ir al otro extremo, pero me termina pareciendo ridículo, así que me coloco justo a su lado.

Ambos comemos en silencio porque al parecer no hay nada qué decirnos.

—Estuve con el Licenciado Abney —comenta al fin.

—¿Redactando nuestro nuevo acuerdo? —pregunto con malicia.

—No, mi testamento.

—¿Testamento? 

—Bueno, mi situación ha cambiado y ahora tengo una esposa, creo que es justo que si llego a morir todo pase a tus manos.

La idea de un “crimen perfecto” atraviesa mi mente, pero la desecho inmediatamente, no soy capaz ni siquiera de matar a un insecto.

—Dicen que hierba mala nunca muere —respondo solo por decir algo y que la estancia no se llene de incómodos silencios.

Ben me mira con suspicacia.

—¡Qué divertida que eres, Arah! 

Pero luego se torna serio.

—¿Por qué no puedes darme un poco de credibilidad? No soy el monstruo que has creado en tu mente —agrega—. Me hice cargo de tu padre cuando él enfermó y también de tí.

—No sé a qué demonios te refieres con “me hice cargo” pero si es a que fuiste tú quien pagó las cuentas del hospital y las medicinas creo que es poco comparado con el daño que nos causaron.

 —Eres muy injusta, Arah, tú no sabes lo que realmente sucedió.

—Por supuesto que no, mi padre murió antes de que pudiera decírmelo, pero no te preocupes porque lo intuyo.

Ben se pone de pie, visiblemente enfadado y recoge los platos de la mesa con malos modos. Se dirige a la cocina y se pone a fregar los platos.

No, no quise que alguien más se hiciera cargo de la casa y por eso no tenemos servicio, no quería extraños que estuviesen pasando información acerca de todos y cada uno de mis movimientos a alguno de los Johnson.

Enciendo la tv pero no encuentro nada que me distraiga, así que me sirvo una copa de vino tinto y salgo al exterior; un poco de aire fresco no va a caerme nada mal.

El pequeño jardín es muy lindo, Ben colocó un sillón de mimbre con almohadones color beige que hacen juego con el resto de la casa, frente a él hay una mesita para asentar bebidas y es ahí donde coloco mi copa. No sé qué hacer, Ben lleva días insistiendo en contarme la “verdadera historia” de mi padre pero yo no le he prestado atención, sobre todo porque cada vez que lo menciona, la ira me ciega. No tengo más que cerrar los ojos para ver a mi padre moribundo en una cama de hospital, sin una moneda en el bolsillo y recurriendo a la “caridad” de los Johnson para pagar las elevadas facturas. 

En efecto, recuerdo a la perfección que antes de cerrar los ojos para siempre, mi padre intentó decirme algo, sin embargo, la falta de aliento se lo impidió pero sé que él hubiese querido que recuperase sus recetas. Un día, mi abuelo se las entregó a él y mucho antes de eso, el abuelo de mi abuelo… Las recetas de mi padre han sido nuestras por generaciones y no puedo permitir que ahora sean los Johnson quienes se las confíen a los suyos. Mi misión en esta vida es recobrarlas y lo haré, así sea lo último que haga.

         

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