13. Un dúo ruborizado

13. Un dúo ruborizado

Entonces le llega al instante, todo y cada cosa que había pasado la noche anterior. Sus copas compartidas, sus intereses en común, las allegadas sonrisas y las miradas cómplices de vez en cuando. La embriaguez de su jefe y como Jenny tuvo que haberla ayudado para llevarlo al coche. Cada cosa le llega al instante y tiene que suspirar sin duda porque el sentido de haber hecho algo indebido con su jefe entonces le genera aún más sofoco de lo que ya es propio en todo su cuerpo.

Debe parecer no más que una tonta allí parada, medio desnuda y con un muy candoroso hombre esperando que se le abra la puerta para salir huyendo de inmediato. Tiene que tomarse de las manos y cierra los ojos, suspirando.

Ella tiene que llegar a la puerta y es el silencio quien inunda absolutamente todo entre ellos dos. Incómodo y voraz, donde falta más que el aire y sobran las palabras. Para el instante en que Maximiliano D'Angelo la observa llegar parece también contener el aliento. Una ve
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