Capítulo 246
Solara, le hacía mucho honor a su nombre y allí el clima era típicamente tropical, con la humedad y el calor propios de montaña lluviosa. Aquella noche, las temperaturas rozaban los 36 grados.

Nicolás, quien antes lucía una piel clara, ya había experimentado un cambio notorio: tras varios días bajo el implacable sol, su piel había adquirido un tono mucho más bronceado.

Refugiado en una casa al final de un callejón descuidado de Solara, Nicolás percibía cómo la situación estaba al borde de lo tolerable.

Desde adentro, oía el bullicio constante de los locales conversando. A esas horas, el ruido era insoportable.

Encendió un cigarro y fijó la mirada en la penumbra de la noche. Sus piernas descansaban sobre una mesa baja y desgastada.

Con el calor abrasador, había optado por ir a pecho descubierto, dejando al aire un collar de dientes de marfil que colgaba de su cuello, como una manera de mimetizarse, al menos en apariencia, con las costumbres de la región.

Aun en la quietud de la noch
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