Pasaron los meses e Irina no volvió a comunicarse conmigo, eso me volvía loco.
Varias veces por semana me desviaba camino hacía algún lugar y pasaba por la puerta de su domicilio, ahí fue cuando la vi hablando con obreros y unos días después vi un cartel inmenso que decía IrKro, tu instituto de idiomas.
Había pequeñas banderas de varios países, y una dirección de la página web del lugar y como se la ubicaba en las distintas redes sociales.
Estaba emocionado, pensando que ella saldría adelante con o sin la empresa de su padre.
A los pocos días Rosie entró a mi oficina.
-La mosquita muerta es maestra, es una idiota, pensá bien que hacer, porque quiero sus acciones en esta empresa.
-¿Otra vez con lo mismo?
Le pregunto enojado.
-Es lo de siempre, sos mi novio, y no me querés ayudar, ni siquiera salimos a cenar.
-No somos novios.
-¡Lo somos! Y ella no va a ser la única que tenga una empresa propia.
-Basta Rosie, vos lo dijiste, es una simple maestra, dejala en paz.
Le digo para que no haga