Por Roque
Irina se nos queda mirando.
Creo que venía con la intención de entablar una conversación no tan amable, pero al vernos, con nuestro hijo tan compenetrado y hasta preocupado por mi estado, sólo atinó a apoyarse contra la pared y observarnos.
-Sí, bebé. Sana sana, gracias cielo.
Él sonríe y me da un beso en el ojo.
De repente pienso que a lo mejor la impacto más si aguanto el dolor y ella siente que soy invencible.
¡Mierdaaaaaa! ¿Qué hago?
Lo cierto es que ya no aguanto más y no me refiero al dolor, no aguanto tener a Gentile dando vueltas ni pensando que Rosie nos puede lastimar de alguna manera.
No siempre fue bueno lo que le brindé a Irina, pero la amo, no me voy a arrepentir nunca de estar a su lado.
-¿Cómo estás?
Preguntó con una voz dulce y noto que está bastante tranquila.
-Bien, gracias.
Dije con cierta indiferencia.
-Dejame ver.
Se acercó lentamente y me di cuenta que al menos de momento, ese infeliz no va a lograr lo que pretende.
Nosotros nos queremos, por eso esta