Capítulo 34

Se despertó tarde y apenas le dio tiempo a vestirse a toda prisa. «Hoy nada de tacones —se dijo—, hay que dejar descansar los martirizados pies». Se maquilló y estaba a punto de hacerse el moño, como el día anterior, cuando decidió que no, nada de moño, con el pelo suelto se sentía más cómoda y además intuía que era más apropiado para lograr su propósito: contentar a Sergio si estaba enfadado por su vergonzosa huida nocturna.

Cuando bajó, él ya llevaba un buen rato esperándola en su coche, mal aparcado frente al portal.

Sergio había pasado la mayor parte de la noche pensando en lo que él juzgaba una enorme metedura de pata. ¿Cómo se le había ocurrido proponerle que se acostara con él cuando sólo hacía unas horas que se conocían? Para él era normal, lo había hecho muchas veces: le gustaba una mujer, y a por ella. Y la mayoría aceptaba, pero quizá Laura necesitara algo más de tiempo, un par de días por ejemplo. Sí, se había comportado como un patán, lo cual no era disculpa para el compo
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