Capítulo 28

Pasó horas intentando concentrarse en los expedientes. Pero, en cada página, en cada documento, en el sello y en la firma sólo veía una cara: la del juez Sergio Mendizábal.

—¡Hora del almuerzo! —Rosa interrumpió sus meditaciones al entrar alegremente en el despacho. ¿Ya había pasado la mañana? Qué rapidez—. ¿Quieres comer conmigo?

—Claro, ¿vamos a bajar a algún sitio?

—Ni hablar, sale carísimo y es fatal para el colesterol. Yo me traigo la tartera de casa.

—Pero yo no he traído nada…

—No te preocupes, yo tengo mucho, hay para las dos. Ven, vamos a la cocina.

El lugar que los empleados llamaban «la cocina» era un cuarto grande, muy luminoso y acogedor, con una larga encimera sobre la que había una cafetera eléctrica, un microondas y un montón de vasos, tazas y platitos muy bien ordenados. En el extremo había un frigorífico y un lavavajillas y en el centro una elegante mesa de cristal con varias sillas de metacrilato. Rosa era la única que comía allí, pues la mayoría de los empleados es
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App