Aquella mañana no comenzaba como muchas otras. El cielo fuera de la ventana de esa recamara que no era la suya, se notaba tan gris como sus ánimos estaban en esos momentos. Mirando a su costado, Katherine pudo ver como Jackson se hallaba durmiendo casi como un bebé. Completamente entregado a los brazos de Morfeo, mientras ella sentía su alma tan resquebrajada como el cristal de una copa que se había roto sobre el suelo.Levantándose de la cama en donde, de manera fría y casi sin moverse, se había permitido dormir sin situaciones sexuales con Jackson, ya que él le prometió tomarla como mujer solo hasta el momento en que estuviesen casados, aunque ella, no sentía amarlo. Entrando a la tina de agua caliente en el baño de su ahora prometido, Katherine sintió como se desmoronaba en mil pedazos y gruesas lagrimas comenzaron a resbalar de sus mejillas, lagrimas que lograban disfrazarse entre el agua que le escurría por el rostro.¿Por qué había aceptado casarse con un hombre al que no amaba?
Por la tarde, Katherine jugaba con sus pequeños Gabriel y Emma mientras esperaban su vuelo en el aeropuerto, era fin de semana, y, no deseando ver a nadie más, había decidido volar hacia Francia, en donde su querida amiga Martha, la hija del gobernador, ya la estaba esperando. Aquella mujer era la única verdadera amiga que tenía, y la única persona en quien confiaba además de su padre y de María, quien también viajaría con ellos. La había conocido apenas unos cinco años atrás, y se había ganado su confianza como nadie más lo había hecho, pero debido a los problemas de salud de su madre, habría regresado a casa para cuidarla.No había avisado a Henry, tampoco a Jackson, en esos momentos tan solo necesitaba estar lejos de ambos para poner sus pensamientos y sentimientos en orden…aunque los errores ya estaban hechos. Una vez que el vuelo había despegado, Katherine miró a la gran ciudad de New York haciéndose cada vez más pequeña. Necesitaba un respiro…necesitaba olvidar, aunque fuera sol
En la ciudad de New York, Henry despertaba con una tremenda resaca. Había pasado la noche entera bebiendo de manera abusiva, impulsiva, e imprudente, sin embargo, sumergido en la pena de su miseria, nuevamente buscaba un trago para aliviar el dolor de su alma.—Diablos Henry, ven acá, ¿Qué carajo haces en el piso? —La reconocida voz de su hermano, saco de su estupor momentáneamente a Henry, y mirando a quien le tendía la mano, pudo ver a Jhon, su mejor amigo de infancia que le ayudaba a levantarse del suelo en el que se encontraba.—¿Qué rayos haces aquí Jhon? No te pedí que vinieras. — dijo Henry rechazando la ayuda de su hermano.Jhon se rio casi con tristeza...él también había visto la noticia sobre el matrimonio de Katherine, y alcanzaba a comprender lo que su hermano debía de estar sintiendo. En ese momento, no sintió odio por él, si no lástima. — Vaya que estas hecho la mierda, vine en cuanto vi la noticia sobre Katherine casándose con el Duque inglés, y conociéndote, supe que
El pastel de cumpleaños estaba tirado sobre el suelo, y el rostro de Henry Bennett, estaba completamente rojo por la ira. Sus puños estaban apretados, tan enrojecidos como su cara, mientras miraba con un gran desprecio a Katherine Holmes, que incrédula, y con lágrimas en los ojos, miraba a su esposo, el único hombre al que ella se había entregado y al único al que había amado, mientras el parecía contener la furia que estaba sintiendo.— ¿Me quieres decir que significa esto? — cuestionó Henry arrojando sobre su esposa aquellas fotografías que le habían sido entregadas por Emily Gibson, su ex prometida, apenas unos momentos antes.Katherine tomó una de aquellas imágenes, en donde pudo verse a ella misma completamente desnuda y entre los brazos de un hombre al que ella jamás antes había visto. Derramando las lágrimas que ya no pudo contener, la hermosa mujer de cabellos rubios y ojos verdes, apenas podía creer que alguien tuviese la maldad de crear imágenes tan terriblemente falsas y cr
— ¡El último grito de la moda!, ¡La nueva colección de Katherine Divane ya se encuentra aquí! Disponible en tiendas exclusivas. —Katherine observaba el último fragmento de aquella publicidad en la sala de juntas, mientras los socios murmuraban y se felicitaban en voz baja. Sus ojos verdes, repasaban con frialdad a cada persona en el lugar, y sonreía para sus adentros. Su nueva colección, resultaría en un nuevo éxito, eso predecían todos los estudios que se habían hecho al respecto.Las luces se encendieron de vuelta, y los aplausos ovacionando el nuevo logro de Katherine Holmes, no se hicieron esperar.— ¡Bravísima señora Holmes!, sin duda alguna sus nuevos diseños estarán en los closets de las mujeres más importantes en el mundo, todas se mueren por tener una de sus prendas. Será un gran placer presentarla en la pasarela de New York, finalmente el mundo entero tendrá el placer de conocer el bello rostro de la más famosa diseñadora de los últimos años. — decía un hombre delgado de ap
El sonido de la música retumbaba en sus oídos con fuerza, y el calor del whisky lo hacía sentirse levemente mareado. Henry Bennett observaba a aquellas mujeres bailando con sensualidad, luciendo aquellos mini vestidos de colores brillantes que destacaban en la pista de baile de aquel club nocturno de elite en donde había tomado la costumbre de embriagarse hasta casi desfallecer, todos los fines de semana.En dos días más se cumplían seis años desde la última vez que había visto a su exesposa, Katherine Holmes, y aquellos años habían sido para él, un declive entre el alcohol y la culpa que sentía al haberla tratado como si no tuviese valor alguno, debatiéndose también en el rencor de aquella supuesta traición que daba por hecho. Toda su vida había sido el mimado hijo de la familia Bennett, destinado a ser el heredero de una cuantiosa fortuna y el dueño de las importantes empresas internacionales que su abuelo y padre habían levantado para ser el éxito que era. Las mujeres siempre le ha
El aire de New York, se sentía tan denso y pesado como Katherine lo recordaba. La nieve había comenzado a caer, y de a poco, el suelo y las altas copas de los árboles comenzaban a pintarse de blanco hacia el exterior del aeropuerto, mientras esperaban por sus maletas y por María quien había ido a los sanitarios, la habían traído consigo para que cuidase de los gemelos. Hacía frío, aunque quizás, no tanto como en Londres, donde había estado viviendo casi los últimos seis años de su vida…sus hijos, habían nacido en aquel país al que decidió marcharse junto a su padre para comenzar una nueva vida…y para preparar su venganza.— Cielos, los estadounidenses sí que son extravagantes, mira todas esas luces que se ven en la ciudad en esa fotografía, seguro las personas que viven en los departamentos cercanos en el centro de New York, no deben de lograr un sueño reparador por las noches. — dijo Jackson Evans quien sostenía entre sus brazos a la pequeña Emma.Katherine sonrió por el comentario.
—No es un placer volver a verte. — dijo Katherine con una frialdad que hirió a Henry.Aquel apuesto magnate de cabellos castaños y ojos azules, vio a su ex esposa recorriendo con su mirada cada parte de ella sin perder detalle.Katherine había cambiado, admitió. Ella estaba tan hermosa como la recordaba, sin embargo, su porte estaba cargado de una elegancia distinguida y de un orgullo avasallador, y sus ojos verdes esmeralda, no lo miraban con aquella adoración y devoción como siempre lo habían visto…en su lugar, había frialdad, desdén y un desprecio devastador. Henry sintió como un escalofrió lo recorrió por completo, pues, aunque no quería admitirlo ni siquiera para sí mismo, esperaba encontrarse con aquella hermosa y cálida mujer que lo había amado con adoración.—¿Por qué has vuelto?, ¿Esperabas volver a verme? — cuestionó Henry, mientras observaba a aquel hombre junto a su exesposa. —¿Y quién es este hombre? — exigió saber sintiendo los celos carcomerle el pecho.—Jackson Evans.