Desde su auto, John no alcanzaba a ver o escuchar bien, pero no podía acercarse más que aquello o Katherine se daría cuenta de que la había seguido. Resignado, decidió esperar a verla salir del lugar y ver si lograba averiguar algo. Después de una media hora, finalmente miraba a Katherine saliendo, agudizando su mirada, se quedó congelado al mirar aquello.Tomados cada una de las manos de la hermosa Katherine Holmes, dos niños de cabellos negros y ojos azules platicaban muy animadamente con ella, los rasgos de aquellos niños, de quienes ya conocía su existencia pero que no había tenido oportunidad de observar con tanto detalle, eran, sin duda alguna, idénticos a los de Henry y el mismo; era como verlos a ambos siendo niños de nuevo.Una niña y un niño que se miraban de la misma estatura, edad y eran tremendamente idénticos entre ellos. Ambos, tenían un aspecto endemoniadamente parecido a su hermano Henry y a el mismo; como si estuviese viendo una vieja fotografía de infancia. John sen
En su departamento, Henry miraba hacia las oscurecidas calles de la ciudad, con todo lo que había pasado en la cena en casa de su madre en mente. Él no quería casarse con Emily Gibson; jamás podría ver a esa mujer como a una esposa, y su desprecio hacia ella, se había incrementado enormemente. En su mano, sostenía con firmeza aquel sobre que contenía los resultados de las pruebas de ADN de los gemelos de Katherine, y aun no se atrevía a abrirlos.¿Qué iba a hacer?Henry se cuestionó con angustia. La amenaza de su madre no era en balde, lo sabía demasiado bien, pues los socios e inversionistas, no estaban complacidos con sus recientes comportamientos y los fracasos, que, debido a sus problemas con el alcohol, habían traído consecuencias a sus finanzas. Se sentía atrapado entre la espada y la pared…y no quería tomar a Emily Gibson como su esposa.Eso jamás.Con la media luz de su habitación, Henry finalmente había abría aquel sobre de resultados, y dando una mirada rápida, sus lágrimas
Katherine había sido huérfana de madre desde muy joven; ninguno de sus parientes había querido cargar con ella para ayudar a su padre, y, por ende, tan solo en él había encontrado su primer apoyo en medio de la adversidad, y los sacrificios que él había hecho para ayudarla, se los había recompensado al triple. Ella no había deseado lo mismo para sus pequeños; que sufrieran las mismas carencias y batallas que ella, por ello era por lo que a pesar de no tener nada, jamás pensó en separarse de ellos, y había logrado a base de becas, ayudas del gobierno y demás, terminar la carrera que había deseado siempre para poder ayudar a su padre y darles una buena vida a sus hijos.Finalmente, y después de un largo rato, llegaba a la vieja mansión de los ingleses, que antes que nadie le había brindado la oportunidad de ejercer siendo todavía una novata. Estacionándose, bajó de su auto para ir a ver a aquella persona, quizás, la única en la que realmente confiaba.—¡Katherine! ¡Que gusto verte! —Ro
En New York, John se sentía como un gato enjaulado al no saber en dónde se encontraba Katherine, ni saber que era ese asunto tan urgente que tenía que atender en Nevada. Había hablado con el gerente Neville, pero de nada había servido, el tipo no sabía nada, o, si sabía, no iba a decírselo fácilmente. Por supuesto, no había sido un idiota que hizo preguntas directamente, tan solo se limitó a preguntar por su relación laboral con Katherine, pero eso había sido suficiente para que el negara conocerla de manera intima.Había muchas cosas que desconocía del pasado de la mujer que estaba pretendiendo, pero si algo sabía bien, era que ningún secreto duraba oculto para siempre. Por lo pronto, el también intentaría ayudar de manera discreta para que nadie más supiera nada de esos niños, por los cuales ya sentía una enorme curiosidad, después de todo, eran sus sobrinos.Katherine regresaba de aquel viaje con una buena sensación. Los Bennett no la tendrían sencilla intentando tumbarla. Les demo
En New York, John se sentía como un gato enjaulado al no saber en dónde se encontraba Katherine, ni saber que era ese asunto tan urgente que tenía que atender en Nevada. Había hablado con el gerente Neville, pero de nada había servido, el tipo no sabía nada, o, si sabía, no iba a decírselo fácilmente. Por supuesto, no había sido un idiota que hizo preguntas directamente, tan solo se limitó a preguntar por su relación laboral con Katherine, pero eso había sido suficiente para que el negara conocerla de manera intima.Había muchas cosas que desconocía del pasado de la mujer que estaba pretendiendo, pero si algo sabía bien, era que ningún secreto duraba oculto para siempre. Por lo pronto, el también intentaría ayudar de manera discreta para que nadie más supiera nada de esos niños, por los cuales ya sentía una enorme curiosidad, después de todo, eran sus sobrinos.Katherine regresaba de aquel viaje con una buena sensación. Los Bennett no la tendrían sencilla intentando tumbarla. Les demo
Katherine asintió, y caminando juntos a donde estaban los pequeños Gabriel y Emma, se sonrieron el uno al otro comenzando a charlar de cosas triviales. Una vez allí, John se despedía de los niños y de su madre, sin embargo, la mano de Katherine lo detuvo en el acto.—No tiene que irte, creo que entre más personas seamos será más divertido. — sugirió Katherine.John sonrió de lado, y tomando discretamente de la mano a Katherine, en una sola mirada le dijo todo aquello que sentía por ella.—De acuerdo, por supuesto que será más divertido, no existe nadie en el condado que sepa jugar mejor a los dardos que yo, puedo conseguirte el peluche que tú quieras, mi puntería no tiene igual ya lo sabes, en donde pongo mi ojo…atino la bala. — respondió John guiñando un ojo.Katherine se sonrojo demasiado al entender el doble sentido que encerraban aquellas palabras, y sonriendo, todos juntos se dirigieron finalmente a la feria para disfrutar de ella.—Entonces señor, ¿Usted puede conseguir un peluc
—Gracias por lo de ayer John, los niños realmente lo pasaron muy bien, hacía mucho tiempo que no los miraba tan contentos. — decía Katherine con alegría.—No tienes nada que agradecer, me gusto jugar con los enanos. — respondió John.Katherine y John charlaban amenamente, sin percatarse ninguno de haber sido observados atentamente por Henry. La noche anterior, ambos se habían sentido cómodos, y a pesar de que aquel secreto se había descubierto por completo, Katherine confiaba plenamente en que John guardaría silencio, y el, realmente no quería que la rubia se sintiera insegura; le ayudaría a mantener aquello en secreto, después de todo, ella le importaba demasiado, y si había gente inocente en aquel juego de poderes que Henry había desatado a traición, esos eran ella y sus hijos, no iba a permitir que los lastimaran. Entrando en la oficina de Katherine, John y ella seguían riéndose casi como un par de niños. Sin embargo, en algún punto de aquella charla, elena había ensombrecido su s
En ese momento, Katherine sintió tocar el cielo. Hacia tanto tiempo que su cuerpo no había sido besado y tocado de tales maneras, que sus bochornos, en ese momento, le hicieron recobrar la cordura. Levantándose abruptamente de aquel escritorio, la hermosa rubia miró a John Bennett a los ojos.—No puedo hacer esto…no es correcto. Tu eres un hombre maravilloso, pero no puedo…lo siento. — dijo Katherine con lágrimas en los ojos y voz trémula, para luego salir corriendo de su propia oficina empujando a John.John se quedó en silencio. Por supuesto, no podía presionarla a hacer aquello; Katherine había sufrido mucho, y él no podía demostrarle que era igual que Henry. Sonriendo para si mismo, el apuesto hombre se acomodó la camisa, sintiendo el sabor de Katherine Holmes en sus labios; aquello era mucho más de lo que había imaginado, y sintiéndose completamente prendado de ella, decidía no dejarla ir. Katherine debía de ser solo suya, y el la protegería de Henry y de todos aquellos que busca