Capítulo 37: Genuina humillación.
Eran las doce del mediodía en el elegante edificio Bennett Corp., Henry se había perfumado, se había puesto su mejor traje, y se había peinado como lo hacía antaño cuando aún era el fiel esposo de Katherine Holmes.
En aquella junta que con sus inversionistas y los socios de la cadena de hospitales había tenido, había sido terminante. Él no estaba desempeñando un buen trabajo al frente de la compañía, y la incursión de aquel lugar del que Katherine era dueña los había puesto en una mala posición; habían perdido clientes importantes, y los inversionistas comenzaban a inclinarse con el nuevo lugar que ofrecía nuevas oportunidades y más recientes.
Mirándose en el espejo, Henry se sintió como un hombre atractivo una vez más, y no como el ebrio descuidado y maltrecho que había sido desde que había dejado a la mujer que realmente amaba. Esa tarde la vería, volvería a ver a su amada Katherine, pues se había concretado una junta con ella y su nuevo CEO, y su tío había armado una propuesta para