Cuando Sam terminó de leer la carta sentía cómo las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos. Se tragó el nudo que se había formado en su garganta y luego miró a Drew.
—Esto… ¿lo leíste?
—Claro que no. Son palabras de mis padres para mi hermana y ahora, para ti. Lo único que sé es que ellos dejaron una gran herencia para su hija, que ahora te pertenece a ti. — Sam suspiró. No podía creer que eso fuera real. Toda su vida trabajó duro para poder salir adelante y no ser una carga para nadie. Ahora era como un milagro caído del cielo.
—No puedo creerlo.
—Lo sé. Pero es algo que te pertenece y le perteneció a Eva. — Sam guardó las cartas y asintió.
—Entiendo. — Sonrió. —Gracias por mostrarme esto tío. — El hombre sonrió alegremente al escuchar aquellas palabras.
—Es un placer, querida sobrina. Sabes que ahora cuentas conmigo.
—Lo sé. — Guardó la carta en su bolso y luego abrió el álbum. Ahí estaban las fotos de su madre, cuando era una bebé, junto con sus padres. Eran muchas para el poco