Luego, se levantó, se bebió la leche de un trago y dejó el vaso en la mesa: —Entonces, asegúrate de dejarme siempre esa vía libre. Si las cosas no me salen bien, vendré a buscar refugio contigo.
—¡Tío! —Diego, que estaba a un lado bebiendo su leche en polvo, lo miraba con reproche y hacía pucheros—. ¿Hoy no tienes que ir a trabajar?
El rostro de Mateo se endureció, lanzándole una mirada afilada:
—¿Ya te hartaste de mí, mocoso?
Diego bufó: —¡Es que cuando estás aquí, te adueñas de la tía por completo!
Al final, Diego fue quien echó a Mateo.
Tras despedirlo en el ascensor, el pequeño Diego trepó sobre mí y me plantó un beso en la mejilla: —Tía, ¿a quién quieres más, a mí o al tío?
……
Reí: —A ti, por supuesto.
—...Pero amo a tu tío.
...
La noche envolvía el exclusivo club de la ciudad de Perla.
Ubicado en una zona tranquila, en medio del bullicio, el acceso estaba restringido a miembros. Solo la tarjeta de membresía costaba siete cifras.
Ese precio solo te permitía entrar y los gastos den