Sin embargo, hace dos años nunca lo había visto fumar ni había olfateado el olor a tabaco en él.
Debido a que…
Debía estar realmente desesperado.
El hombre me besaba con una ternura y pasión ardientes, como si fuera la primera vez que experimentara esos sentimientos, tratando de volcar toda su emoción en una sola persona.
Me sentía a punto de caer, y solo el apoyo de su mano en mi cintura me mantenía en pie.
Parecía que se dio cuenta, y me abrazó, besándome mientras retrocedía. Al sentarse en el sofá, sus grandes manos separaron mis piernas, indicándome que me sentara sobre él.
Luego, me abrazó y siguió besándome con una intensidad desbordante.
—Mateo…
Me costaba respirar.
—¿Te sientes incómoda?
Él me dio un breve respiro, pero al instante volvió a atacar, deslizando su otra mano por debajo del dobladillo de mi falda, ascendiendo lentamente, acariciando mi piel.
Finalmente, sus manos llegaron a mi pecho, y un leve masaje me hizo perder la capacidad de decir una palabra completa.
Pero s