[Olaia, el abuelo de José está hospitalizado.]
Olaia se levantó de la cama de un salto, se dio prisa en lavarse y vestirse, y salió rápidamente a tomar un taxi rumbo al hospital.
Al llegar, llamó a Delia, que ya estaba en el hospital con Mateo. Tras colgar, Delia bajó a recibirla.
Olaia se acercó rápidamente y, preocupada, preguntó: —¿Qué ha pasado?
Delia la miró y respondió con calma: —Está mayor, se alteró mucho y se desmayó.
Olaia frunció los labios, conteniéndose: —¿Es por loa de José y yo?
Delia negó con la cabeza, buscando no alarmarla: —No es solo por eso, no te preocupes tanto, también está lo de Paula. Si quieres ver a José, hablaré con Mateo, pero por ahora necesitas mantenerte alejados de los Jurado. No podemos permitir que Fidel se entere.
—El asunto está sellado, no podemos permitir que se sepa lo de su enfermedad, así que por el momento no puedo llevarte a verlo. Perdóname, pero es por el bien de todos.
Las razones eran claras: la posición de Fidel, que era un alto funcio