Capítulo 49: Hagamos un bebé.
Las manos de Rosalind temblaban ligeramente a sus costados. Por un momento apretó con fuerza los puños, liberando la tensión segundos después.
—Sí. No hay mucho qué pensar… —dijo la rubia en un tono suave, pero decidido. Sus manos agarraron los bordes de su vestido azul, elegante y ajustado apenas lo suficiente para resaltar sus curvas. Ella avanzó y… subió una pierna justo en medio de las de Donovan.
El señor Ainsworth se quedó inmóvil, confundido, con la mirada fija en su esposa. Pero Rosalind no lo veía, no… porque sentía que, de hacerlo, de encontrarse con esos fascinantes ojos tan profundos, intensos y cálidos como un bosque en verano, su valor se esfumaría.
Con suavidad, las manos de Rosalind se posaron en los anchos hombros de su esposo. Ella tragó saliva con nerviosismo y, ahí sí… lo miró.
Sus rostros estaban a centímetros de distancia. Ella, sentada sobre una de las piernas de Donovan, con una de las suyas a cada lado. La falda del vestido había quedado recogida un poco,