—Mi querida Rosalind, hay virtudes que se aprecian más en la sociedad —dijo Jacqueline, con voz suave pero afilada—. Observar y aprender de quienes manejan estos negocios es siempre prudente. Trazar un camino en los negocios, que te lleve a una cima digna de los Ainsworth… eso también es un arte.
Rosalind levantó ligeramente la barbilla, con esa elegancia natural que la distinguía:
—Coincido plenamente, madre. Por eso sigo construyendo mi propio camino en el arte. Paso a paso, como usted dice. Estoy segura de que en unos años verá hasta dónde puede llegar su… "hija"~
El énfasis en la palabra «hija» fue suficiente para tensar las sonrisas de las presentes. Jacqueline asintió, forzando una sonrisa.
¡Ella le había pedido llamarla madre!, tratarse como madre e hija. Era lo correcto para la relación entre matriarca y futura matriarca.
—Claro que sí, querida —sonrió la señora Jacqueline, con una pizca de incomodidad apenas perceptible.
El murmullo se reanudó, las risas fing