✧✧✧ Esa misma tarde. ✧✧✧

La lluvia caía con fuerza sobre Londres, envolviendo la ciudad en un manto gris y frío.

En medio de ese panorama sombrío, Elizabeth emergió del edificio rodeada por un enjambre de periodistas.

Los flashes explotaban a su alrededor, cegadores e implacables.

—¿Cómo pudo hacer algo así, señorita Milton?

—¿No pensó en usted o su hijo?

—¿Qué se siente destruir la confianza de una familia?

—¿Es verdad que solo sale impune por lástima? ¿Por qué usted ya no significa nada para los Ainsworth?

Las voces se entremezclaban en un coro de preguntas cortantes, micrófonos que se estiraban hacia ella como garras hambrientas de respuestas.

Pero Elizabeth no respondió. Su rostro estaba tenso, rígido; sus ojos, insondables detrás del maquillaje apenas disimulado de la angustia. Sostenía a su hijo con fuerza, como si fuera el único ancla que la mantenía a flote.

El anuncio ya estaba hecho. La confesión pública había sido clara, breve y sin rodeos, como una