Sus ojos azules se abrieron lentamente. Su mirada se paseó por su amplia habitación de la mansión.
Todo se sentía un sueño.
Rosalind Ainsworth, llevó sus dedos a su cuello… Tocó el collar, el colgante de la rosa de oro seguía ahí, con ella.
—Sucedió, concluí con éxito mi primera exhibición… —se dijo la mujer. Una sonrisita pequeña curvó sus carnosos labios.
¡HASTA QUE ESE RECUERDO LLEGÓ DE GOLPE!
Un beso…
Ella lamió sus labios lentamente, recordando esos labios contra los de ella, suaves, moviéndose con una ferocidad que la dejó sin aliento, con ese sabor leve a champagne, con esa envolvente aroma en el aire, del perfume masculino favorito de ese hombre que ella ya reconocía muy bien… Con la calidez de sus brazos que la aprisionaron.
¡El rostro de la mujer se encendió de un rojo intenso! ¡De inmediato se sentó sobre la cama!
—¡CARAJO! ¡LO BESÉ! —gritó ella. Su corazón comenzó a latir con fuerza.
Recordó que la noche transcurrió normal, ella en su deber, y él charlando