Frío.
Posteriormente a unos cuantos minutos, que sirvieron para calmarse y enterrar los nervios, salió de la habitación, arrastrando una maleta. La dejó a un lado del sofá, exhalando un ligero suspiro.
—Bien. Ya tengo todo —profesó, girando sobre sí para poder mirar a Logan—. Podemos irnos.
—Aún no. Estoy disfrutando de este café ordinario. —Lucía arqueó una ceja en un gesto escéptico y caminó los pocos metros hasta rodear la barra de la cocina—. Debo decirte que estoy un poco sorprendido. Tu casa es pequeña y carente de comodidades y lujos, pero es acogedora.
—Bueno, gracias por las observaciones obvias —satirizó, sirviéndose café en otra taza porque Logan estaba usando la suya.
—¿Qué ocurre, Lucía?
Ahogó un suspiro y no supo cómo sentirse al darse cuenta que la voz de Logan había sonado muy adusta, tal cual como al principio, en sus primeros encuentros.
La cuestión: ocurría de todo y Lucía tuvo que hacer todo cuanto pudo por controlar los latidos de su corazón y dejar su rostro en blanco