Aurora, todo lo que podía ver eran estrellas. Jonathan era su dueño, la poseía, tenía que aceptar que le pertenecía. Podía huir las veces que quisiera y siempre volvería aquí. Ella lo sabía.
Con la boca en su pecho y su polla atormentándola, la combinación de sensaciones era demasiado intensa y la