capitulo 57

Gabriel la acompañó hasta la puerta, asegurándose de que estuviera tranquila. Se quedó un instante de pie, observando su rostro bajo la tenue luz del pasillo.

—Descansa, Valeria —dijo con suavidad, rozándole la mejilla con la yema de los dedos—. Mañana será un día diferente.

Ella lo miró, con un nudo en la garganta, y solo atinó a asentir.

—Gracias, Gabriel… por todo.

Él le regaló una sonrisa cálida, y sin añadir más palabras, se giró y descendió por las escaleras. Sus pasos se fueron perdiendo, hasta que lo único que quedó fue el silencio. Valeria cerró la puerta lentamente, como si no quisiera romper ese instante.

El apartamento estaba en penumbras. Encendió la luz amarillenta del techo y se quedó de pie en medio de la sala, observando lo pequeño y desgastado de su hogar. Se arremangó la blusa y comenzó a ordenar: recogió los platos de la mesa, barrió el suelo, lavó los vasos que habían quedado en el fregadero. Cada movimiento era automático, pero su mente estaba lejos, atrapada en
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