Le sonrío, tratando de contener las lágrimas y acercándome más, lo abrazo fuerte. Él me abraza de vuelta, dándome un fuerte apretón.
"Gracias".
Él me da una palmadita en la espalda antes de que nos soltemos y le sonrío. Esto no es fácil para él, y aprecio que lo intente por mí.
"Bueno, te dejaré ir. Me iré a la cama. Ha sido un día largo", dice él, poniéndose de pie.
Asiento mientras él termina su café y yo también me levanto para mostrarle su habitación.
"Solo quiero que sepas que si las cosas alguna vez se ponen difíciles y solo necesitas alguien con quien desahogarte, aún estoy aquí y no, no te diré que lo dejes, pero todos necesitamos a alguien con quien hablar a veces".
"Gracias, te lo recordaré", digo, mostrándole la habitación. "Ah, y no se lo digas a Zaia. Quiero decírselo yo misma".
“No hablo mucho con ella a menos que sea necesario. No se lo diré”, dice con una sonrisa burlona.
Asiento. “Está bien”, digo, sabiendo que es verdad. Él se ha retirado de Zaia, dándoles esp