Ahora, Enzo está siendo operado después de ser atropellado por un automóvil. Dian no sabe cómo va su operación. Está extremadamente preocupada, culpable y deprimida.
Ya llevaba mucho tiempo esperando, un sudor frío corrió por su espalda, Diana sentía como todo su cuerpo se helaba ante la idea de perder a Enzo.
Diana volvió a llorar en silencio, no podía estar tranquila.
No quería perder a la única persona que la ha hecho feliz, si llegara a pasar Diana no podría vivir más.
—Lo siento Enzo... no debí pedirte que vinieras conmigo.
Unos minutos después una joven enfermera se acerca a Diana con algodón esterilizado y tiritas—Señorita, déjeme tratar su herida
Diana parpadea sorprendida, un poco desconcertada— gracias, pero no estoy herido
—Un señor me dijo hace un momento que te has lastimado las rodillas y las muñecas— dice la enfermera, mirando las heridas.
Diana mira hacia abajo y se da cuenta de que tiene rasguños leves en su cuerpo. Debido a la extrema preocupación por la operación