Mientras me acomodaba en la tumbona, disfrutaba de la suave caricia del viento marino en mi rostro, contemplando el vasto mar azul que se perdía en el horizonte. La serenidad del entorno, el cálido sol y la sensación de total desconexión me brindaban una gran tranquilidad. Hacía una semana que habíamos llegamos a nuestra luna de miel, la cual disfrutaríamos durante un mes. Aquella preciosa isla tropical se había transformado en nuestro refugio privado.
¿Cómo definiría nuestra luna de miel?
Realmente encantadora. Alexander era un semental donde después de desayunar nos escapábamos para hacerlo, tras alguna salida siempre terminábamos enrollado. En una de las ocasiones casi nos encuentran en uno de los baños de los restaurantes a los que fuimos a comer. Mi cuerpo mostraba claramente los rastros del apasionado encuentro que tuvimos la noche anterior, pero para mí no tenía importancia.
En ese instante, mi agradable tormento se presentó acercándose con una sonrisa acogedora y una bandeja d