Fueron dos semanas infernales, Gina no mejoraba ni empeoraba. Estaba igual, Ryan y toda la familia estaba tan angustiada, pero el no perdía la esperanza, sabía que su pelirroja se pondría bien, solo tenía que tener Fé. Agarró su mano y le susurró entre lágrimas
—Mi amor… lucha por nosotros, por nuestra hija. Vuelve a mi… solo… vuelve a mi, te lo ruego. Te necesitamos… tu madre… tu madre dijo que nuestra pequeña es igual a ti, que tiene tus preciosos ojos y delicadas pecas. Por favor mi amor. Regresa con nosotros…— casi sin darse cuenta, se quedó dormido, recostado, con sus manos entre las de el. Escuchó la voz de su pelirroja y creyendo que seguía soñando, mantuvo los ojos cerrados recreándose en la armoniosa voz.
—Ryan…— dijo la joven moviendo su mano— Ryan…
—Pelirroja… ¡pelirroja! ¡Estás despierta! ¡Doctor! ¡Doctor!— dijo el levantándose y gritando hacia el pasillo.
—Ryan… el bebé— sollozó ella asustada.
—Tranquila mi cielo, nuestra niña está bien.
El médico la revisó y le explicó