9| Sé mi esposa.
— ¡Ojalá no hubiera estado en el aeropuerto esta mañana! —
Itsac la miró silencioso, tan silencioso como la muerte.
Helene sabía que era una declaración muy fuerte, y el gesto del hombre se ensombreció.
— Entonces lárguese.
Cuando Helene se volvió hacia la puerta para irse el hombre de la cicatriz estaba ahí de pie.
— ¿Cómo llegó aquí? — preguntó.
— Subió por las escaleras de emergencia — contestó Itsac por ella, pero Helene no tenía ganas de hablar, así que rodeó al hombre y se alejó por el pasillo.
Toro miró a Itsac cuando la joven desapareció.
— ¿La hiciste llorar? Te salvó la vida — Itsac se sentó y comenzó a amarrarse los zapatos con dificultad.
— ¿No la escuchaste? Se arrepiente de salvarme — pero Toro no parecía muy convencido.
— ¿Qué quería? — el joven respiró, parecía aún un poco sedado, pero Toro sabía que no lo escucharía si le recomendaba descansar, era tan terco.
— Fue por lo que pasó esta mañana con el otro aprendiz — pero Toro se lo quedó mirando.
— ¿Por qué me miras