40| El plan de amadeus.

Helene no sabía qué tanto necesitaba descansar hasta que se recostó en el fuerte pecho de Itsac y se quedó dormida.

Fue una siesta agradable, corta pero reparadora, y cuando abrió los ojos una hora después, los ojos de Itsac estaban clavados en ella.

— ¿Me ves mientras duermo? Eso es escalofriante — murmuró, mientras se estiraba. El cuerpo desnudo del piloto a su lado se sentía tan cálido y apetecible que lo abrazó y subió su pierna a las caderas del hombre.

— Me desperté hace un par de minutos, verte dormir es agradable — Helene le acarició la espalda y el hombre le dio un beso húmedo en el cuello.

— ¿Qué? ¿Ya quieres el tercero? — Itsac ser rio.

— De querer, claro que sí, de poder, claro que puedo… pero debo levantarme — hizo ademán de ponerse de pie, pero Helene se le colgó del cuello y lo mantuvo aferrado a la cama, quería quedarse ahí por siempre.

El cuarzo se le clavó en uno de los senos cuando Itsac la abrazó y Helene se apartó para mirarlo.

— No te lo quitaste — le dijo y
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