Una vez que Mateo salió del apartamento, Alexis se acercó a mí, me tomó de la cintura y me miró fijamente…
- ¿Dónde te habías metido pequeña ratoncita escurridiza?
- Se apagó mi teléfono y no vi los mensajes hasta que lo encendí. – Digo recordando la breve plática con Mateo.
- ¡Ya veo! Me preocupé porque no sabía cómo localizarte. – Respondió con un tono de voz suave y seductor.
- Me habías dicho que no nos veríamos hoy. – Digo intentando liberarme del agarre.
- ¿Te molesta que nos veamos o qué no nos viéramos? – Dijo tranquilamente.
- Es solo que me quedo pensando que habría sucedido si no me localizabas hasta que llegara a casa.
- Bueno, tal vez me habría apostado fuera de casa tu madre a esperar verte. - Dijo Alexis con tono firme.
Lo miré atónita y dije:
- ¡No! ¡No se te ocurra! En realidad, si mi madre te ve, no sé cómo podría explicarlo, aún no sé qué somos y no sabría qué decir ante una lluvia de preguntas.
- ¿Quieres saber que somos? – Dijo Alexis frunciendo el ceño.