Sofía creía que la única razón por la que Dante era tan exasperante era porque no le habían dado una buena paliza antes. Respiró hondo y continuó con su trabajo en el hospital. En cuanto a por qué Julio tenía miedo a la oscuridad, no quiso darle más vueltas, ya que en realidad no era asunto suyo.
Cuando volvió a casa, se encontró con Julio y decidió que era el momento de empezar a planear mudarse del condominio. En el ascensor, hizo como si Julio no estuviera. Tras un largo silencio, él habló por fin para preguntarle a Sofía si había recibido una llamada de su abuelo.
—¿Me está hablando a mí, señor César? —preguntó Sofía, tratando de ignorar a Julio.
El rostro de Julio se ensombreció, pero intentó mantener la calma y preguntó:
—¿Con quién más podría estar hablando? ¿Hay alguien más aquí?
—Ah, he recibido una llamada suya —respondió Sofía con indiferencia.
Entonces él le preguntó si asistiría y ella contestó:
—Por supuesto, iré ya que el abuelo me invitó.
Sin embargo, cuand