A Diego le dieron ganas de darle un puñetazo. Podría trabajar sólo por dinero, pero si Julio utilizaba a Sofía en su contra, Diego nunca trabajaría para él.
—¡Será mejor que reces para tener esta suerte siempre! —Con eso, Diego se fue. No quería estar cerca de Julio por más tiempo.
A Julio no le importó. No sintió la menor punzada de remordimiento. Diego actuaba como si fuera una gran pérdida, pero Julio sabía muy bien que no era un santo. Si lo fuera, no estaría en su situación.
A pesar de que sus heridas estaban prácticamente curadas después de unos días en el hospital, Julio eligió quedarse. Si hubiera estado en otro sitio, habría insistido en que le dieran el alta de inmediato. Sin embargo, estaba en el Hospital del DF. Mientras se quedara, podría ver a Sofía todos los días. Naturalmente, no quería que le dieran el alta.
Además, estaba esperando. Esperando a que llegaran los César. Nicolás había sido derrotado y enterrado y Julio no había vuelto a casa. Los César no habían enviado