Al día siguiente era sábado.
El sonido del teléfono despertó a Sofía de su sueño. Sacó una mano de debajo de las sábanas y contestó.
—¿Hola? Quién es... Ah, eres tú, Diego... ¿Dónde dijiste que estabas? —Sofía se sentó en la cama, frotándose los ojos.
Si no le había oído mal hace un momento, parecía que Diego estaba diciendo que estaba justo fuera de la hacienda de los López. Sofía volvió en sí después de un rato.
—Está bien, mandaré al mayordomo a buscarte.
Colgó el teléfono y se frotó las sienes. Aunque se había dormido rápidamente después de hablar con María por teléfono la noche anterior, no durmió bien. Era porque había tenido un sueño con Julio bastante inapropiado, y eso la molestaba.
Sin tiempo para pensar demasiado, se levantó de la cama, se aseó y salió de su dormitorio. Enseguida se dio cuenta de que Diego estaba sentado en el salón de abajo.
—Diego, ¿por qué has venido tan pronto? —Sofía se quedó perpleja y bajó rápidamente hacia él.
Habían pasado unos días desde la últim