Sofía ya se sentía molesta e inquieta de entrada. Como María se lo pidió, decidió contárselo todo, con la esperanza de que pudiera ayudarla a analizar el comportamiento de Julio.
Después de que Sofía soltara todo lo que le preocupaba, María se quedó boquiabierta. Su boca era tan grande que cabía un huevo.
—Sofía, ¿no deberías estar analizándote ahora? —No entendía por qué Sofía no se daba cuenta de que ella también se estaba comportando de forma anormal.
Al oír eso, Sofía se detuvo, aparentemente volviendo en sí.
—¿Julio te besó a la fuerza y tú no lo regañas, sino que analizas su mente? Sofía, ¿tienes niebla cerebral? —María se quedó muda, sin saber qué más decir.
Hubo un breve momento de silencio en el que Sofía se sintió avergonzada y tampoco supo cómo responder.
—Estaba demasiado aturdida para reaccionar en ese momento.
—¿Y ahora qué? ¿Ya has espabilado? —preguntó María, con la sensación de que Sofía no sólo no había reaccionado, sino que había consentido.
¿Qué significaba eso? Só