Emma
El dolor punzante en mi abdomen me despierta lentamente, trayéndome de vuelta a la realidad con una sacudida. Parpadeo varias veces, desorientada, mientras mis ojos se adaptan a la luz blanca y brillante de la habitación.
Me toma unos segundos entender que estoy en un hospital. Un escalofrío de alarma me recorre, y trato de sentarme, pero un dolor abrasador me atraviesa, arrancándome un jadeo ahogado.
La puerta se abre de golpe y un médico entra rápidamente, acercándose a mí con pasos decididos.
—Señorita Williams, con calma —dice, levantando una mano en señal de advertencia—. La herida aún no está cicatrizada.
Parpadeo varias veces, tratando de procesar sus palabras.
—¿La herida? —murmuro con la voz rasposa y el sabor amargo de la desorientación en la boca.
El médico asiente, observándome con detenimiento.
—¿Qué es lo último que recuerda, señorita Emma?
Respiro hondo y cierro los ojos mientras la memoria regresa a trompicones. Salíamos de la empresa, caminábamos juntos.